El Arte Otoniano

Otón I el Grande, emperador del Sacro Imperio desde 962, siguiendo la tradición carolingia, apoyó su reinado en la Iglesia y tomó como modelo la figura de Carlomagno para la creación del nuevo Estado.

La Arquitectura

Fue un momento especialmente floreciente para la edificación de nuevas catedrales y suntuosos conjuntos monásticos, que tomaron como modelo las formas arquitectónicas del período carolingio, conservando, pues, el esquema centralizado como el de la capilla de Aquisgrán y la planta basilical con dos ábsides, dos cruceros contrapuestos y el cuerpo occidental o westwerk, que adquirió un mayor desarrollo y riqueza como se observa admirablemente en la iglesia de la abadía de San Miguel de Hildesheim. Otros edificios representativos de la arquitectura otoniana son la abadía de San Jorge de Oberzell (Reichenau), la capilla de San Bartolomé de Paderborny la iglesia de San Ciriaco de Genrode.

Abadía de San Miguel de Hildesheim.

Las Artes Plásticas

A pesar de que se conservan algunas tallas en madera, como La Virgen de Essen, la escultura exenta es, al igual que en todas las escuelas artísticas del arte prerrománico, muy escasa. Destacan, sin embargo, exquisitas obras en marfil y relieves en bronce de extraordinaria factura, como las puertas en bronce de la iglesia de San Miguel de Hildesheim (1015) y la Columna de Bernward (1020).

Columna de Bernward (1020).

Por lo que respecta a la pintura, conocida únicamente a través de los manuscritos miniados, se aprecia una importante renovación, promovida por los monasterios, que se materializó en la fusión de la expresividad de los modelos carolingios con la iconografía bizantina. Entre las obras más notables se encuentran las realizadas en los talleres de Reichenau, Fulda, Ratisbona y Hildesheim, como el Evangeliario de Otón III y el Evangeliario para la abadesa de Niedermiünster.

La orfebrería está representada por el frontal del Altar de oro de Basilea (1020), la Madonna de oro del Tesoro de Essen, la Pala de Oro de Aquisgrán y la Cruz de Lotario.

LA EBORARIA O EL ARTE DE TRABAJAR EL MARFIL
El marfil, junto con la piedra y el bronce, ha sido uno de los materiales preferidos por los artistas para realizar sus obras. Su ductilidad, resistencia y la posibilidad de pulir la superficie para realizar refinadas tallas, arquetas, crucifijos y otros objetos de adorno, lo llevó desde la antigüedad a convertirse en uno de los soportes más codiciados. Marfiles llegados de Siberia, India o África y extraídos de elefantes, mamuts o morsas se utilizaron para tallar sobre ellos complejos diseños, o bien como incrustaciones en obras de taracea y marquetería, un trabajo siempre difícil y laborioso, que fue especialmente apreciado por artistas carolingios y otonianos para la elaboración de dípticos, encuadernaciones y otros objetos decorativos.

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