Las Artes Figurativas en el Gótico

Si bien la catedral tormó un todo unitario en el que se integraron la vidriera, la pinturay el relieve, en este
período las artes plasticas poco a poco empezaron a independizarse del marco arquitectónico para configurarse en expresiones totalmente autónomas.

La Escultura

La nueva visión de un Dios más humanizado y el «renacimiento» de la óptica antigua que liberó la figura humana de su densidad homogénea para convertirla en un organismo articulado en partes diferenciadas, llevó a un tipo de representación más naturalista, en la que se rechazaron la frontalidad y la idealización románica. Las portadas se convirtieron en auténticos programas iconográticos, cuyos timpanos, jambas y arquivoltas sirvieron de marco al desarrollo de verdaderos ciclos narrativos como el juicio final, vidas de Santos, y escenas del Antiguo y el Nuevo Testamento. Mientras, en el interior de los edificios, el capitel perdió su papel como soporte de relieves figurativos para reproducir únicamente decoraciones vegetales. Al estilo majestuoso y sereno de sencillos pliegues, propio del siglo XIII, sucedió en el siglo XIV una búsqueda de rasgos más expresivos, con un canon anatómico más alargado y un complejo tratamiento de los paños que pasaron a acoplarse de forma más natural a los cuerpos.

Cabe destacar las magníficas decoraciones del pórtico real de Chartres (mediados del siglo XI), con sus extraordinarias estatuas-columnas, la fachada oeste de Notre Dame de París, las de la puerta sur de la catedral de Le Mans y las de la fachada oeste de la catedral de Sens. Las esculturas de las puertas del transepto de Chartres (1220) reflejan el naturalismo del gótico
maduro, expresivo y dinámico, un estilo más amable y refinado que abandonó temas como el juicio final
por representaciones marianas, y que alcanzó su máximo esplendor en las magníficas portadas de Amiens y Reims (Virgen dorada), con figuras más esbeltas y serenas, de rostros sonrientes y ojos almendrados.

La escuela más representativa de Italia fue la que surgió en Toscana, marcada por el sustrato clásico,y que trabajó no sólo las portadas, sino también las fuentes y los púlpitos. En este sentido sobresalen las obras de Nicola Pisano, autor del púlpito del baptisterio de Siena (h. 1258), de su hijo Giovanni Pisano, que mostró un estilo más vinculado al gótico del norte en la expresión dramática de las figuras (púlpito de la catedral de Pisa), y de Arnolfo di Cambio, que opuso al clasicismo de su maestro, Nicola, un
fuerte realismo (Monumento a Bonifacio VIII).

En España, se combinó la tradición escultórica románica con la influencia gótica francesa, destacando en el siglo XIII los talleres de León y Burgos, donde se adoptó un mayor naturalismo, otorgando corporeidad a las figuras y un sentido narrativo a las escenas: la puerta del Juicio de la antigua colegiata de Tudela, inspirada en Chartres, la puerta del Sarmental de Burgos, con el tema del Pantocrátor, y la triple portada principal de la catedral de León, con la bellísima y refinada Virgen Blanca del parteluz.

En Alemania, la escultura adquirió rasgos intensos y dramáticos, en particular en la obra del maestro de
Naumburg, autor de las magníficas estatuas y relieves del coro de la catedral de Naumburg, y en obras como el Santo sepulcro de la catedral de Friburgo.

La escultura gótica floreció sobre todo en las fachadas de las iglesias y catedrales, pero en Italia se aplicó
también a las fuentes y los púlpitos, produciendo obras tan trabajadas y majestuosas como el pulpito de la
catedral de Pisa, de Giovanni Pisano

La Pintura, la Miniatura y la Vidriería

En este período adquirieron un amplio desarrollo la pintura sobre tabla, en la realización de baldaquinos, frontales de altar, dípticos, trípticos y los grandes retablos; la vidriera, para cerrar amplios paños de pared, y la miniatura.

En la primera, se impuso el estilo lineal, colorista, de figuras planas sobre fondos dorados, sin volumen
ni claroscuros.

La miniatura vivió en esta época un momento de gran esplendor, al margen de los escritorios de los
monasterios, gracias a los encargos por parte de la realeza, la nobleza y de la iglesia, de textos devocionales,
históricos, literarios y científicos. Influida por la vidriera, se plasmó en composiciones bidimensionales
de factura lineal, decoradas con fondos geométricos y dorados, de vivo cromatismo. En este sentido se destaca la obra de Jean Pucelle, que intentó imprimir un mayor naturalismo a sus magníficas obras: el Salterio de Blanca de Castilla, el Salterio de san Luis, el Libro de Horas de Jeanne d’Evreux y el Salterio de Robert de Lisle.

La vidriera siguió las mismas pautas estilísticas: figuras planas, un dibujo refinado y un cromatismo suntuoso, con el predominio de los rojos, azules, verdes y amarillos. Sobresalen por su belleza y magnificencia las composiciones de la catedral de Chartres, las de Sainte Chapelle de París y las de la catedral de León.

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