El Arte Carolingio

Tras la coronación de Carlomagno como emperador del Sacro Imperio (año 800), se produjo en Europa un extraordinario renacimiento artístico que perduró desde el siglo VIII hasta fines del siglo X, vinculado sobre todo a los núcleos de la corte imperial y a las grandes abadías benedictinas. Este renacimiento cultural preconizó el retorno a los principios de la antigüedad clásica, del arte bizantino, germánico y celta, dando lugar a un modo de expresión muy particular.

La Arquitectura Carolingia

Durante el renacimiento carolingio se impulsó considerablemente la construcción de edificios religiosos, unas veinte catedrales y más de cuatrocientos monasterios, además de otras construcciones de carácter civil, con un centenar de residencias reales, que, por sus características, constituyen la transición entre la antigüedad y las creaciones románicas del siglo XI y XII. Atrás han quedado ya los edificios rústicos erigidos con materiales pobres, sustituidos en estos momentos por construcciones con muros de sillería y ladrillo, en los que la columna deja paso a los pilares, a los arcos de medio punto y a las cubiertas de madera.

Los arquitectos carolingios recurrieron a las tipologías clásicas de la planta basilical y central, aunque modificando su aspecto con una tendencia a la unificación total. Así pues, en las construcciones de planta basilical, a la cabecera se le añadió una capilla semicircular de mayores dimensiones, precedida por un amplio transepto en cuyo centro se elevaba una gran torre cuadrangular, enmarcada por otras dos erigidas en los extremos de la nave del crucero. Al mismo tiempo, en la entrada de la iglesia opuesta al coro, se construyó un cuerpo adicional denominado «westwerk», flanqueado por dos torres y formado por un área central cuadrada de dos pisos y dos laterales de tres pisos, independiente del interior de la iglesia y utilizado generalmente como palco imperial desde el que se podía seguir la ceremonia religiosa. Entre las iglesias de planta basilical de tres naves cabe destacar la de Saint-Denis (775), así como las de las abadías de Corvey, Lorsch, Ratisbona y Saint-Gallen.

Abadía de Corvey

Uno de los edificios más representativos de las construcciones de planta central es, sin duda alguna, la Capilla Palatina de Aquisgrán. Inspirada en la iglesia de San Vital de Rávena, es un edificio de planta octogonal rematado por una cúpula de ocho secciones. En el interior tiene dos pisos altos separados por medio de arcos de medio punto y enmarcados por la westwerk a un lado y el coro al otro.

Otra de las aportaciones arquitectónicas más interesantes del arte carolingio fue la construcción de los grandes monasterios benedictinos, organizados según un esquema racional ideal que disponía las diversas dependencias en torno a la iglesia. Entre las construcciones más notables se encuentran el monasterio de Saint-Gallen y las abadías de Corvey y de Fulda.

La Pintura y la Escultura

A pesar de los escasos restos que se han conservado de la pintura y la escultura carolingias, los testimonios documentales acreditan la importancia y calidad de las pinturas murales y mosaicos que decoraron las paredes de las iglesias (grandes ciclos de temática religiosa), así como los palacios y residencias particulares (representación de grandes epopeyas). Cabe destacar las pinturas de San Juan de Müstair, San Benito de Malles y las de la cripta de la iglesia de Saint-Germain de Auxerre.

La extraordinaria calidad de la escultura carolingia en piedra y bronce se pone de manifiesto en una de las pocas obras escultóricas que se conservan de este período, la pequeña Estatua ecuestre de Carlomagno. Mejor conocida es la producción en marfil para dípticos y encuadernaciones de libros, a través de la cual se han podido establecer dos tendencias estilísticas claramente diferenciadas: una de influencia helenística y de carácter idealista, y otra de formas más expresivas y realistas.

Iglesia de Saint-Germain de Auxerre.

La Orfebrería

Los orfebres carolingios dominaron a la perfección todas las técnicas metalúrgicas, lo que les permitió realizar piezas exquisitas y retinadas, de un gusto suntuoso, utilizando la técnica del esmalte en frío, la filigrana, el nielado, la granulación, el repujado, la incrustación de piedras preciosas y de cristal de roca: Altar de oro de San Ambrosio de Milán, la tapa del Codex Aureus de San Emerano de Ratisbona, el Relicario de Enger, la Imagen relicario de Sainte-Foy de Conques y el Cáliz del duque Tasilo.

Los Manuscritos Miniados

La pintura miniada carolingia se desarrolló a fines del siglo VIII en los escritorios nacidos al amparo de la capilla real y en los monasterios de Metz, Reims, Tours o Saint Gallen, que permitieron copiar textos bíblicos y científicos en obras de extraordinaria calidad y suntuosidad. En ellas, las iniciales se convierten a veces en auténticos marcos decorativos de la escena narrada en el texto, o bien en figuras sinuosas denominadas letras historiadas. Entre las obras más hermosas de la miniatura carolingia cabe destacar el Evangeliario de Godescalco (783), el Evangeliario de Lorsch, el Salterio de Utrecht y la Biblia de Carlos el Calvo.

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