El Arte de las Invasiones Germánicas

El Arte Ostrogodo

A fines del siglo V se asentaron en la península Itálica los ostrogodos, que bajo Teodorico el Grande (454-525) instauraron un reino estable que sucumbiría al poder de Justiniano y del Imperio de Oriente en el año 540. Con su capital en Rávena, la corte promovió la construcción de numerosos edificios civiles y religiosos, caracterizados por un estilo en el que se combinaron los elementos romanos y bizantinos. Cabe destacar el mausoleo de Teodorico, en el que se recuperó el esquema de planta central romano, el baptisterio de los Arriano, edificio de planta poligonal coronado por una cúpula, y la iglesia basilical de San Apollinare Nuovo, con una bellísima decoración musivaria.

Notable es asimismo su orfebrería con piezas en oro y plata en las que se empleó la técnica del «cloisonné), sobre todo las magníficas hebillas, broches de cinturón y fíbulas aquilinas como las halladas en los tesoros de Domagnano y Desana.

La Galia Merovingia

Tras acabar con el último reducto del poder romano, en el siglo V los francos se asentaron en la Galia. El arte merovingio abarca un período de tres siglos, del V al VIII (al final del cual se inició la transición hacia el arte carolingio), correspondiendo su momento de máximo apogeo al reinado de Clotario, principios del siglo VIl, época en la que se erigieron magníficos edificios religiosos: iglesias, criptas, monasterios y templos, que ponen de manifiesto un cierto eclecticismo estilístico, un gusto por el decorativismo y la pervivencia de la tradición artística del Bajo Imperio romano. Paralelamente, se impuso la planta basilical, con triple cabecera, transepto y nártex. Por lo que se refiere a los baptisterios, siguieron una tipología común tomada del Imperio romano, con planta poligonal inscrita en un cuadrado exterior y arcos de medio punto para sostener la cúpula (baptisterios de Fréjus y San Juan de Poitiers).

Las criptas se concibieron como espacios abovedados para albergar las tumbas de los religiosos o las reliquias: criptas de San Irineo de Lyon, la de Saint-Laurent y la cripta de Jouarre.

La escultura merovingia, dedicada fundamentalmente a la decoración de sarcófagos y vinculada al arte galorromano, se basó en un rico repertorio de motivos ornamentales zoomorfos y geométricos, tallados a bisel e inspirados generalmente en la orfebrería. Son notables los hermosos capiteles de la cripta de Jouarre, con motivos clásicos como las hojas de acanto y ovas, y otros más esquemáticos, y los sarcófagos de Teodorico, Angilberto y Agiberto, de talla depurada.

Son pocas las muestras que se conservan de la orfebrería merovingia, procedentes en su mayoría de ajuares funerarios y caracterizadas por un vivo cromatismo y una heterogeneidad estilística: trabajos de filigrana, repujado y estampado, así como combinaciones de piedras duras, oro o pasta de vidrio en alveolados policromos (Cáliz de Gourdon, la Cruz de Saint-Denis, el Tesoro de Childerico).

En los escritorios de los monasterios, especialmente en los de Laon, Saint-Denis y Corbie, se desarrolló una intensa actividad en la decoración de libros miniados. Para ello se adoptaron motivos geométricos y vegetales de gran fantasía que sirvieron para ornamentar páginas enteras o simples frisos decorativos, reproduciendo muchas veces elementos de la orfebrería, en composiciones geométricas con animales entrelazados y estilizados: Sacramentario de Gelasio o el Misal de Gellone.

El Arte Visigodo

A diferencia de los demás pueblos invasores, la arquitectura visigoda se caracterizó sobre todo por el empleo de un aparejo regular de sillares, y por la utilización del arco de herradura y de los relieves decorativos. Se trata por lo general de construcciones de pequeñas dimensiones que presentan un aspecto macizo, con pocas aberturas, y plantas muy variadas, desde cruciformes a las de una sola nave o de planta basilical, con o sin transepto. Poco a poco se fue imponiendo una variante -el ábside de planta cuadrada, ya sea en una cabecera de uno o de tres ábsides, o de herradura en el interior y poligonal en el exterior-, que posteriormente se convertiría en una característica de la arquitectura religiosa hispánica. Entre los edificios más representativos cabe destacar las iglesias de San Juan de Baños (Palencia), Quintanilla de las Viñas (Burgos), San Pedro de la Nave (Zamora), Santa Comba de Bande (Orense) y la basílica de San Pedro de Alcántara (Málaga).

El arte escultórico visigodo se redujo a la profusa ornamentación en relieve del interior de las iglesias: capiteles, pilastras, arcos, impostas, que en ocasiones incluso abarcaba los muros exteriores dispuesta en frisos. Generalmente se redujo a representaciones de motivos geométricos, vegetales y figurativos, como la escena de Daniel en el foso de los leones y el Sacrificio de Isaac en la iglesia de San Pedro de Nave, o los relieves de Quintanilla con las representaciones del Sol y la Luna.

La calidad y la perfección alcanzadas por la orfebrería visigoda lo demuestranesta pieza que se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid: una corona votiva de oro perteneciente al Tesoro de Guarrazar del siglo VII.

Mención aparte merece la orfebrería visigoda, muy vinculada al ceremonial de corte de los monarcas toledanos. En estas exquisitas piezas los hábiles artistas visigodos emplearon técnicas muy variadas, como el repujado, el cincelado y los engastes de piedras preciosas, vidrios de colores y perlas, en las que se combinan armoniosamente las influencias germánicas, bizantinas e hispanorromanas. Son piezas de oro y pedrería pertenecientes a ajuares funerarios, así como objetos personales (fíbulas, joyas y colgantes) y de uso ritual y votivo (cruces, cálices y coronas ofrecidas a la Iglesia en el día de la coronación del monarca); destacan por su belleza la Corona de Recesvinto, el Tesoro de Guarrazar y el Tesoro de Torredonjimeno.

Deja un comentario