El Arte Románico

La renovación política, cultural y artística que se produjo en el año mil con la aparición de los primeros estados nacionales, la ascensión de una incipiente burguesía, el gran crecimiento demográfico y la expansión del cristianismo gracias a las órdenes monásticas reformadoras, desempeñó un papel fundamental en la formación del arte románico. No obstante, sus bases hay que buscarlas en los siglos anteriores, en ese largo período de cambios e innovaciones que transformó Europa desde la caída del Imperio romano (expansión del cristianismo, invasiones germánicas y escandinavas, pervivencia del mundo clásico a través de Bizancio y la penetración del mundo musulmán a través de la península Ibérica) y que permitió la formación de un arte capaz de otorgar una cierta unidad cultural a la mayor parte del continente europeo, basado en unos principios filosóficos (neoplatonismo) según los cuales la realidad visible no era más que un engaño que impedía ver la auténtica esencia de las cosas, lo que tuvo en aquella época grandes repercusiones en la expresión artística, más interesada en expresar que en imitar.

El románico nació en Lombardia, con la aparición de una sencilla arquitectura inspirada en el arte bizantino, el llamado «estilo lombardo». A fines del siglo XI surgió en Francia el «románico francés o pleno», influido por el arte germánico, que más tarde (siglo XII) se difundiría por toda Europa.

Los Inicios del Arte Románico

La difusión del cristianismo como religión preponderante tuvo una influencia decisiva en el ámbito artístico, y en especial en la formación del arte románico, en el que también confluyeron el legado bizantino y la penetración del arte musulmán.

Con la aparición del románico, un arte básicamente constructivo que integró en el edificio las demás disciplinas artísticas, por primera vez surgió un estilo unitario en toda Europa, aunque en su período inicial de desarrollo, el «primer románico» (siglos X y XI) se limitó al norte de la península Ibérica, la Lombardía y el sur de Francia.

El Románico Italiano

A fines del siglo x se desarrolló en Lombardía un modelo constructivo que tuvo gran aceptación duran te el siglo XI en las regiones transalpinas, como Borgoña, Cataluña y Navarra. Los maestros comacinos, una antigua cofradía de albañiles romana establecida en el lago de como, crearon un tipo de construcción muy sencilla, que recuperó la herencia bizantina y protocristiana; a principios del siglo XI, organizados en cuadrillas, difundieron esta nueva forma arquitectónica por todo el norte de Italia, el sur de Francia y el noreste de la península Ibérica.

Las construcciones lombardas se caracterizan por emplear la planta basilical de una o varias naves, divididas por medio de columnas o pilares y cubiertas de madera. No obstante, es en el exterior de las iglesias donde se observan los elementos más representativos del románico lombardo: aparejo de pequeños sillares, ordenado por medio de pilastras en relieve y arcos lombardos, y los esbeltos campanile, una de las estructuras más originales de este periodo, de forma rectangular o redonda, que podían estar separados del edificio o bien flanquearlo.

Las muestras arquitectónicas más puras del románico lombardo son las iglesias de San Miguel de Pavia, San Abundio de Como, San Ambrosio de Milán y San Zenón en Verona. Asimismo, sobresalen las catedrales de Ferrara y Parma, con algunas innovaciones, como la construcción de un magnífico pórtico en forma de baldaquino con columnas exentas apoyadas sobre figuras de leones o animales fabulosos.

El Románico en la Península Ibérica

En España, las manifestaciones del primer románico se centraron en el norte de la península, y fue precisamente en Cataluña, vinculada históricamente con Italia, donde la influencia de los maestros lombardos se dejó sentir con mayor intensidad. En toda Cataluña se erigieron magníficos edificios, entre los que sobresalen por su magnificencia e interés el monasterio de Ripoll (1032), la iglesia de Cuixà (1074), la iglesia de San Vicenç de Cardona, Sant Martí del Canigó (1027), en la que se utilizaron los pilares cruciformes después habituales en el románico pleno, y el monasterio de Sant Pere de Rodes (1022), que es un claro testimonio de los ensayos que los arquitectos románicos realizaron para intentar sustituir las frágiles techumbres de madera paleocristianas por las sólidas bóvedas de piedra.

En Aragón y Navarra se conservan asimismo magníficas muestras del románico meridional, influido por los maestros catalanes, como la iglesia de Santa María de Obarra, la catedral de Roda de Isábena, la iglesia de los Santos Justo y Pastor de Urmella y el castillo de Loarre, excepcional fortificación románica.

El Románico Francés

En el siglo x la orden benedictina obtuvo la cesión de los territorios de Cluny en Borgoña para fundar un monasterio. En su expansión, esta poderosa orden emprendería en los siglos XI y XII la construcción de monasterios e iglesias a lo largo de los caminos de peregrinación, contribuyendo con ello a la difusión del primer románico por toda Europa. En el año 955 se inició la construcción de la desaparecida iglesia Cluny II, de tres naves y transepto, cubierta por la tradicional techumbre de madera, pero que presentaba una interesante novedad: la aparición de una gran cabecera. Otros edificios que mostraron características comunes con Cluny son la abadía de Payerne, la iglesia del monasterio de Romainmôtier, ambas en Suiza, y Saint Martain de Chapaize. No obstante, el arte del primer románico se definió plenamente en la iglesia de San Filiberto de Tournus (1019), con el exterior totalmente ordenado por medio de una dinámica articulación de bandas lombardas.

Las Artes Plásticas

El pleno desarrollo de la escultura monumental no se produjo hasta el siglo XII, aunque en el primer románico ya se vislumbraron algunos rasgos típicos por lo que se refiere a la adaptación de las figuras al marco arquitectónico. Se trata de obras esquemáticas, de factura arcaica, sometidas a la forma de los elementos arquitectónicos que decoran, como los dinteles de Sant Andreu de Sureda, capiteles estucados del templo de Saint-Rémi de y de Notre Dame de Bernay.

Por lo que se refiere a la miniatura, deudora de los modelos carolingios, cabe destacar la producción del taller de San Marcial de Limoges, el escritorio del monasterio de Fleury y el de Saint-Bertin, y obras como los Comentarios al Apocalipsis de Saint-Sever, la Biblia de Rodas y la Biblia de Ripoll.

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