Historia de Asia Central

En la Edad Media, el protagonismo en Asia correspondió a dos pueblos nómadas: los turcos y los mongoles. Los primeros habían saqueado Bagdad en 960, y en el siglo XI se enfrentaron a los cruzados. Estos turcos pertenecían a la rama seljucí, pero al cabo prevaleció la dinastía de los otomanos, fundada por Osmán. Habiéndose hecho con el poder, a partir de 1308 iniciaron la obra de destrucción del Imperio bizantino, proyecto que con diversas vicisitudes lograron llevar a término en 1453. Este año conquistaron Constantinopla, que convirtieron en capital de un inmenso imperio que abarcó gran parte del mundo de fe islámica más la península de los Balcanes y zonas del sur de Rusia.

En cuanto a los mongoles, en ocasiones se habían empleado como mercenarios del Imperio chino, hasta que un genial jefe llamado Temujín unificó las tribus a comienzos del siglo XIIl, y con ellas se lanzó a la conquista del continente eurasiático. Conocido como Gengis Kan, se apoderó sucesivamente del norte de China, de Irán y del sur de Rusia, con lo que sus Estados alcanzaron la máxima extensión jamás lograda por imperio alguno. A la muerte de Gengis Kan, ese imperio se fragmentó, y tras una breve unificación con Kubilai (1269-1295), que se estableció en Pekín y adoptó la cultura china, se produjo una nueva disgregación.
Tamerlán, príncipe de Samarcanda, reconstruyó un imperio en la parte occidental del espacio conquistado por Gengis Kan, venció a los turcos, y a su muerte de nuevo sobrevino la disgregación. El de Tamerlán fue el último imperio de las estepas, pero los diversos flujos y reflujos mongoles tuvieron un efecto duradero en Europa oriental; así, Rusia no se sacudió el yugo mongol (Horda de oro) hasta comienzos del siglo XVI.

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