El Período Arcaido (fines del siglo VIII-VI a.C.)

Expresión del creciente poder de las polis son los primeros templos monumentales, construidos en piedra, y levantados sobre un estilóbato. En ellos se observa ya el esquema característico de este tipo de construcciones, con la naos, el peristilo, la pronaos y el vestíbulo posterior (opistodomo). Atendiendo a la disposición de las columnas en el perímetro exterior, el templo recibe diferentes denominaciones; in antis, el que prolonga los muros laterales de la cella hacia la fachada, cerrando el vestíbulo por los lados; próstilo, con columnas sólo en la fachada anterior; anfipróstilo, con una hilera de columnas en la fachada anterior y posterior; períptero, rodeado por una hilera de columnas; díptero, rodeado por una doble fila de columnas, etc. En este período también se sistematizaron los dos órdenes fundamentales: el dórico y el jónico. El primero, de proporciones más macizas, se extendió sobre todo por el Peloponeso, mientras que el segundo, más delicado, se halla sobre todo en las costas jónicas de Asia menor y en las islas del mar Egeo. Entre los ejemplos más notables cabe destacar el templo de Hera en Olimpia, donde el orden dórico aparece plenamente desarrollado; el templo de Artemisa en Corfú, con sus magníficos frontones esculpidos y metopas decoradas con bajorrelieves; el templo jónico de Artemisa de Efeso, el templo dórico de Atenea Afaia en Egina y los templos dóricos de Selinonte (Sicilia) y el Athenaion (Paestum).

La Escultura y la Cerámica

Las primitivas xoanas de madera dejaron paso a mediados del siglo VIl a.C. a una escultura en piedra de carácter funerario o cultual, de acusada frontalidad y esculpida por la parte inferior a modo de columna (Dama de Auxerre, Hera de Samos o Efebo de Delfos). En el último cuarto del siglo VII se realizaron algunas de las obras más representativas de la escultura ática, a partir de las cuales les quedó tipificado el ideal de belleza masculino y femenino: se trata del kuros o joven atleta representado en actitud hierática, de pie, desnudo y con una pierna adelantada, y de las korai, la versión femenina, vestida con una túnica prácticamente sin pliegues y coronadas por un tocado ritual, a las que habitualmente se intentaba imprimir una mayor fuerza expresiva con la introducción de la «sonrisa arcaica» (Koré del Peplo, 550 a.C.). Además de estas esculturas exentas, sobresalen también los magníficos bajorrelieves que decoraron los templos en frontones, frisos y metopas, con un tratamiento cada vez más naturalista en las figuras, especialmente en el fronton del templo de Artemisa de Corfú (h. 600), los frontones del templo de Apolo en Eretria y el friso de tesoro de los Sifnos de Delfos (h. 525 a.C.).

Durante el siglo VI surgió la cerámica de figuras negras sobre fondo rojo, con bellísimos efectos decorativos, en la que los poemas homéricos dieron lugar a los primeros intentos de representación narrativa, y hacia el 530 a.C. la cerámica de figuras rojas sobre fondo negro, con un tratamiento más realista de la anatomía humana, una temática más cotidiana y un mayor detallismo en las escenas. En este sentido, la cerámica griega se ha convertido en un importante documento para conocer no sólo la trayectoria de la pintura griega, sino también las costumbres y modas de la época.

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