La Guerra de Sucesión Española

En España reinaba Carlos II (1665-1700), hijo de Felipe IV y hombre enfermizo y sin descendencia. Las perspectivas de la sucesión del inmenso imperio de los Austria españoles encendió las ambiciones de muchos monarcas europeos, vinculados a la dinastía por lazos de parentesco en diverso grado. Luis XIV, hijo de Ana María de Austria, hija a su vez de Felipe II, estaba casado con su prima María Teresa de Austria, hija de Felipe IV, de modo que en aquella época, en que regía el concepto patrimonialista de la monarquía y del Estado, su entronque con la casa real española le permitía aspirar a sentar en el trono español a uno de sus hijos.

Inglaterra y Holanda, consternadas ante la posibilidad de una Francia y una España estrechamente unidas, apoyaron al archiduque Carlos de Austria, segundo hijo del emperador germánico Leopoldo I, y asimismo muy ligado por lazos familiares con la dinastía española. Mientras Madrid era un hervidero de intrigas entre facciones favorables a uno u otro candidato, Carlos hizo testamento a favor de Fernando de Baviera, pero el prematuro fallecimiento de este príncipe y la presión francesa le indujeron, ya en su lecho de muerte, a nombrar heredero a Felipe de Borbón, segundo hijo del Delfín de Francia y, por tanto, nieto de Luis XIV.

Guerra de sucesión española en el reino de Valencia.

Las potencias europeas se aliaron en La Haya (1701-1703) para hacer frente al bloque borbónico, y de este modo se inició la guerra de Sucesión española. Los ejércitos coaligados, al mando del austríaco Eugenio de Saboya y del inglés Marlborough, acabaron con la leyenda de la invencibilidad de las tropas francesas e hicieron fracasar los designios de Luis XIV de dominio continental. Las paces de Utrecht (1713) y Rastatt (1714) significaron un retorno al orden establecido en Westfalia. Se aceptaba a Felipe V como rey de España, pero a cambio de la pérdida de todos los territorios españoles en Europa fuera de la península (Flandes, Italia) y de concesiones comerciales a Inglaterra en América; la expansión ultramarina francesa quedaba abortada definitivamente; Austria emergía como potencia continental, y Saboya y Prusia eran reconocidas como reinos.

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