La Digestión

La digestión consiste en un proceso de transformación química de los alimentos, para convertirlos en sustancias que el organismo pueda utilizar en sus reacciones químicas de anabolismo y catabolismo.

Aunque la saliva inicia ya una transformación química, en sentido estricto el proceso digestivo se inicia en el estómago, continúa en el intestino delgado y se completa en el intestino grueso con la absorción total de las sustancias útiles.

El bolo alimenticio puede circular a lo largo de todo el tubo digestivo gracias a una serie de movimientos de las paredes intestinales, llamados movimientos peristálticos, que provocan una especie de onda que va empujando su contenido hacia delante.

Cuando el alimento llega al estómago, se activa la secreción de jugo gástrico. El ácido clorhídrico que éste contiene realiza tres funciones principales:

  1. Sirve para eliminar las bacterias que puedan llegar con el alimento.
  2. Contribuye a la activación de la pepsina, un enzima digestivo.
  3. Degrada las proteínas convirtiéndolas en componentes más simples.

Una vez activada, la pepsina se encarga de degradar las proteínas y prepararlas para que puedan actuar sobre ellas los jugos digestivos intestinales. El resultado es una papilla denominada quimo. La siguiente fase tiene lugar en el intestino delgado. Cuando pasa el bolo alimenticio procedente del estómago, la vesícula biliar descarga en el duodeno una determinada cantidad de bilis, que se ha almacenado en ella una vez producida en el hígado. La bilis se mezcla con los jugos pancreáticos procedentes del páncreas, que contienen numerosos enzimas. Todas estas sustancias provocan la descomposición de los alimentos en sus elementos más simples (monoglicéridos, disacáridos, péptidos y ácidos grasos).

Se inicia entonces un paso importante, que consiste en la absorción de estos componentes simples a través de las paredes del intestino. Esa absorción tiene lugar a través de las microvellosidades que multiplican la superficie intestinal, las cuales incorporan estos elementos al riego sanguíneo, que los lleva hasta los centros de consumo, es decir, las células de los distintos tejidos del cuerpo.

Acabado este proceso, queda una masa de materia orgánica formada por residuos no digeribles, agua y jugos digestivos. Este bolo pasa entonces al intestino grueso, donde tiene lugar de nuevo una absorción de todos los componentes útiles que evita pérdidas innecesarias. Finalmente queda una masa de residuos que el organismo no puede utilizar y una cantidad variable de agua, que constituyen las heces.

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